LA
PALABRA PERDIDA
(VERBUM
DIMISSUM)
Por: +Ralph M. Lewis, FRC
La doctrina de la Palabra Perdida
existe como un arcano en las liturgias de nuestras religiones actuales
y en los ritos de ciertas sociedades secretas y filosóficas
todavía existentes. Cada cual tiene su respectiva explicación
teológica o filosófica de esta idea, pero todas se
relacionan con una concepción fundamental que se arraiga
profundamente en las primeras creencias del hombre.
La
mayor parte de estas explicaciones sobre la Palabra Perdida tienen
por base la frase bíblica: En
el principio era el Verbo y el Verbo estaba con Dios y el Verbo
era Dios. (San Juan 1:1-3) Cosmológicamente,
esto quiere decir que la creación del Universo fue acompañada
de una idea vocativa – un pensamiento expresado en Palabra.
De esta manera, Dios y la Palabra se han
hecho sinónimos. Dios o la Mente, como razón creadora,
se ha manifestado solamente con la emisión de una Palabra.
Por consiguiente, el poder creador de Dios adquiere fuerza solamente
al ser hablado. La fuerza de Dios se ha hecho su voz o una entonación.
Según esta concepción, no ha sido suficiente que Dios
haya existido para que el Universo y todas las cosas surgieran de
su naturaleza, sino que ha sido necesario también que la
causa activa de Su ser, la ley o la decisión de Su mente
se manifestase en una expresión hablada.
Los
hombres han observado que todas las cosas naturales tienen una ley
en sí mismas. Es decir, hay una causa particular de las cuales
dependen, y hay millares de tales cosas y leyes. Por lo tanto, hay
la creencia entre los hombres, de que la Palabra
que fue pronunciada ha debido ser la síntesis de todas las
leyes Cósmicas y naturales. La Palabra,
en este sentido, no formó de otras substancias los elementos
del Universo. No fue un agente o fuerza Divina que actuó
sobre una substancia indeterminada,como por ejemplo, las manos del
escultor que hacen una forma de yeso, sino que más bien,
todas las cosas, desde los planetas hasta el grano de arena fueron
elementos incoados de la Palabra. Así
pues, la Palabra puede concebirse como una
energía vibratoria y ondulante en la cual existe la esencia
básica de todas las cosas. Por analogía podríamos
compararla a un sonido único que pudiera incluir simultáneamente
todas las octavas y todos los tonos. Por consiguiente, cada sonido
individual que el oído pudiera distinguir, dependería
para poder existir, de la causa original, es decir, del sonido único.
Así como todo color es un componente de la luz blanca, de
la misma manera toda creación es la ley compuesta que encierra
la Palabra. Por consiguiente, esa Palabra
tiene la importancia de ser la Clave del Universo.
Quien llegue a conocerla y a entonarla dominará la creación.
Según
este razonamiento existe la idea de que la ley de la creación
o Logos, una vez hecho vocativo en la
Palabra, nunca ha dejado de existir, nunca
muere ni disminuye. En su continuo estrecimiento o índole
vibratoria tienen origen todas las cosas. Así como la luz
de una lámpara eléctrica depende de una causa constante,
el efecto de la corriente eléctrica sobre el filamento metálico
que está dentro del bombillo, así todas las manifestaciones
deben su existencia a las reverberaciones continuas de la Palabra
a través del Universo.
La
naturaleza vibratoria de cada cosa se acomoda en una escala o teclado
gigantesco. Cada realidad tiene cierta relación con una nota
o una combinación de notas que forma parte integral de la
Palabra. De esta manera, ciertas
vocales pueden contener en su combinación la
escala creadora completa de energía Cósmica, según
esta concepción.
Muchas
de las organizaciones filosóficas y religiosas que conservan
la tradición de la Palabra, exponen
que en una época el hombre tenía conocimiento de ella
como una herencia Divina y legítima, que le proporcionaba
el dominio de su reino — la Tierra. Cómo fue que al
hombre llegó a faltarle ese gran tesoro, a perder la Palabra,
es una tradición de la cual diferentes grupos ofrecen diversas
explicaciones. Pero, todos creen, cada uno a su modo, que el hombre
puede redimirse y recobrar la Palabra Perdida,
o por lo menos, ciertas sílabas eficaces de ella. Esto, según
se admite generalmente, puede conseguirse por medio de una síntesis
de conocimiento exotérico-esotérico, es decir, con
el estudio de las ciencias naturales básicas y el culto de
Dios o la comunión con lo Absoluto. En efecto, en algunos
ritos y ceremonias sagradas, se han perpetuado ciertas sílabas
o vocales que se dicen ser la Palabra Perdida,
y cuando se pronuncian producen poderes y manifestaciones beneficiosas
y creadoras. Otros místicos dicen que la Palabra
Perdida completa es inefable para el hombre; que él
nunca podrá pronunciarla, ni aún si llegase a conocer
su contenido, pero que puede pronunciar ciertas sílabas de
las cuales adquirirá un poder personal enorme.
Hemos
dicho que esta creencia tuvo su origen en el pensamiento primitivo
del hombre. Revisar su historia contribuirá a la comprensión
de este misterio que se ha convertido en una doctrina respetada.
Según antiguos textos litúrgicos, en súmero
'palabra' se dice 'Inim'. De esta palabra el súmero
desarrolló el sentido del encantamiento. Para los súmeros,
el encantamiento eran las palabras formales del mago o sacerdote.
Su fórmula de encantamiento era 'min-inim-ma', lo
cual es una duplicación de 'Inin'. Para ellos 'Inim'
o 'palabra' significaba 'pronunciar una decisión'.
Los antiguos semitas consideraban una palabra formalmente pronunciada
y que contuviera la fuerza de una orden o una promesa, como una
cosa definida y real, es decir, una entidad lo mismo que una substancia
cualquiera. Por lo tanto, de las palabras de una deidad, sacerdote
o ser humano en circunstancias solemnes, salía un poder mágico
y terrible. Las palabras de los grandes dioses eran una apoteosis
para los súmeros, es decir, eran consideradas como una entidad
Divina equivalente al Dios.
Por
su semejanza con este concepto vamos a recordar en parte nuestra
cita bíblica, '... y el Verbo estaba con Dios y el Verbo
era Dios'. Antes del año 2900 a.C. encontramos esta
inscripción, 'Enem-Ma-Ni-Zid', traducida literalmente:
'“Su Palabra es Verdadera'. Del mismo modo, en los
tiempos pre-sargónicos, cerca de 2800 años A.C., en
los anales de un templo de Lugalanda, está la frase, 'Enem-Dug-Dug-Ga-Ni-An-Dub',
lo cual quiere decir, 'La palabra que él pronunció
conmueve los cielos'. 'La palabra, abajo, hace temblar
la Tierra'.
Aquí
vemos el primer concepto del poder dinámico de la Palabra
Divina expresado hace cerca de 5000 años.
Un
desarrollo posterior de los súmeros fue el identificar la
Palabra del Dios Enlil con su espíritu.
La Palabra del Dios fue considerada como un atributo
de Su Naturaleza que todo lo abarca, saliendo de Él hacia
el mundo caótico. Otra liturgia súmera, por ejemplo,
dice así: 'La pronunciación de Tu Boca es viento benéfico,
el aliento de vida de los campos'. De nuevo con esto recordamos
al Antiguo Testamento, pues en el Libro del Génesis
encontramos, 1:3, 'Y el espíritu de Dios flotaba sobre
las aguas'. Siguiendo más adelante nos dicen que Dios
dijo: 'Hágase la Luz'. Para los súmeros el
aliento de Dios era un cálido torrente de luz. La influencia
de las religiones de los súmeros y de los babilonios sobre
los esclavos hebreos es muy clara en los libros del Antiguo Testamento.
Los
súmeros y los babilonios invariablemente consideraban el
agua como el principio fundamental, la substancia primordial de
donde salieron todas las cosas. El agua, para ellos, no era una
fuerza creadora, sino más bien el primer elemento de donde
evolucionaron y se desarrollaron otras substancias. Por lo tanto,
si todas las cosas surgieron del agua, se deducía que la
Razón o Sabiduría moraba en ella. La palabra que los
súmeros daban a este principio creador del agua era 'mummu'.
El historiador griego Damascius decía que esta palabra significaba
'razón creadora' – la Sabiduría que
creó todas las cosas. En el Libro del Génesis
encontramos otra cosa igual a ésta. Que el agua fue la primera
substancia en la cual '... el espíritu de Dios se movía....'
Esta doctrina del agua como primera substancia halló cabida
en una escuela primitiva de filosofía de la antigua Grecia.
Thales de Mileto aparentemente la sacó de los babilonios.
Anaximandro y Anaxímenes fueron, en apariencia, influenciados
por su contacto con los escolares hebreos y sus tradiciones y así
recurrieron también al sincretismo. Declararon que la Substancia
Cósmica era en sí misma Razón,
Sabiduría, Armonía o Nous.
Esto, como vemos, corresponde al Logos babilonio o Mummu,
la razón creadora que es inmanente al agua. Heráclito,
año 500 antes de Cristo, quién expuso una teoría
de evolución y relatividad, en que toda materia estaba siempre
cambiando a través de un proceso de desarrollo del fuego
al aire y viceversa, sostuvo que la única realidad era la
ley de la transformación, una ley Cósmica: La
Palabra.
Una
transición ocurrió gradualmente, y la Palabra,
como una expresión Divina, fue reemplazada por el Logos
(Ley). Este Logos era la voluntad de Dios expresada en
el Universo como una ley inmutable y activa. Los antiguos estoicos
sostuvieron que el Principio Divino – o Causa Primera –
era el Pneuma, el Aliento de Dios que atravesaba todas
las cosas. Este aliento se manifestaba en materia por medio de una
serie de leyes creadoras, y se convirtió en las leyes físicas
que la ciencia conoce y estudia. En el hombre, este aliento o Logos
se convirtió en un espíritu menor y lo hizo un alma.
Filón,
el filósofo ecléctico judío, a principios de
la era cristiana, desarrolló el concepto del Logos,
en la doctrina central de una filosofía que se abrió
paso en las dogmas teológicos de algunas de nuestras religiones
actuales más importantes. Según Filón, el Logos
era, por una parte, la Sabiduría Divina, el poder racional
del Ser Supremo. En otras palabras el Logos era la Mente
Divina. Por otra parte, el Logos no era la naturaleza absoluta
de Dios, no era la substancia de la deidad, sino, más bien
un atributo de Su Naturaleza. Era la razón que salía
de Él como una emanación. Se suponía que era
la 'Razón Pronunciada'. Así pues, aquí
tenemos de nuevo al Logos que toma su significado de la
Palabra, es decir, la voluntad expresada,
o la 'pronunciación' de Dios. El Logos
o Verbo, según Filón, moraba dentro del Mundo. Lo
trascendía. Pero el Logos, su Palabra,
descendía al Mundo como un mediador entre Dios y el hombre.
Como
resumen de este tema, podemos decir que la mayor parte de los hombres
han creído siempre que un deseo no tiene eficacia
si no se hace vocativo. Ellos creen que un pensamiento
en sí mismo no es suficiente, a menos que vaya acompañado
de algún agente activo como la palabra. Por lo tanto, se
ha atribuido como fuente de las fuerzas cósmicas naturales
o leyes físicas del Universo, una Palabra
pronunciada una vez, la cual continúa reverberando a través
del Universo, y la cual ya no puede ser captada por éste,
por lo menos, en su totalidad.
(NOTA.
Se conserva el término 'súmero' tal como
fue usado en la primera publicación de este artículo,
cuarto escrito contenido en el primer número de esta Revista
El Rosacruz, Vol. I, Nº 1 Editado en Septiembre de
1947.)
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